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Archive for noviembre 2008

Melena me ha puesto al descubierto. Y Malita ha terminado de venderme. Sí, soy fan de «Bailando por un sueño». Sí, conozco a todos los novios de Gisela desde Carlos Vidal. Sí, tengo grabada en la retina cómo se le caía el arete cuando contestaba con su clásico: «Gisela por aquíííí, ¿quién habla por allaaá?». ¿Pero por qué tanto camote con la rubia?

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LA TÍA GISE

Siempre me agradó porque el barrio se le salía en la pantalla. Era divertido. Gisela Valcárcel se mandaba risotadas contagiosas antes de ir a un corte comercial, ponía cara de exagerada sorpresa (y también de picardía), bromeaba con los camarógrafos, se emocionaba cariñosamente y abría su corazón ante la cámara. ¡Hasta hablaba de Ethel, su hija, una escolar de tercer grado de primaria!

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Estando lejos de mi Lima capital, Gisela para mi no está asociada a Bailando por un Sueño, ni a sus lindos vestidos, ni a ningún escándalete reciente en el que se vea envuelta. Pero mentiría si dijera que Gisela no es parte de mi vida no diaria, pero por lo menos quincenal. Alo Gisela, por favor, dame tu voz, dame tu amor. Alo Gisella, por favor, dame dos pases para el Fantasy Wooooooorld!!

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La ignorancia es bendición dicen, y a veces me siento tan… bendecida… Yo estuve ahí cuando la bolsa hizo «crack». Bueno, estuve cerquita…a una estación de metro, pa’ ser precisos. Íbamos camino al Ground Zero y había oído esa mañana en la radio que Wall Street estaba haciendo «crack». ¿Imaginan mi emoción? ¡Estaba en Wall St. cuando todo se caía!  

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Cuando oigo de la Bolsa de Valores, hago un esfuerzo sobrehumano para que no se note que no comprendo un carajo. Sí, yo sé que el 90% de peruanos no entiende ni michi pero yo TRABAJO en una sección económica. Como comprenderán, esa palabreja aparece todos los días y he ensayado un rostro ad-hoc cada vez que salta en la conversación. ¿Me da roche? Muy poco, la verdad.

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Lunes negro en las bolsas mundiales. Cae Wall Street, Tokio, Beijing y Sao Paulo. En el aeropuerto, a punto de embarcarme a una pequeña comunidad en los andes huanuqueños,  leo las portadas de los periódicos: «¡Crisis Mundial!». Una pequeña gota de sudor resbala de mi frente a pesar de la neblina limeña. Y es que yo, con mis ridículos mil dólares en la Bolsa de Valores de Lima, soy parte de la mayor crisis económica que vive el mundo. Globalización le dicen. Para mí, es sólo una pesadilla. (más…)

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Soy una recién conversa. Lo admito. Me he conmovido escuchando los discursos de Barack Obama hablando de un cambio. Me he dejado cautivar por  la versión gringa del ciencianísimo «Si se puede» traducido al «Yes, we can». Se me han caído las lágrimas de risa viendo a Homero tratando de votar por Obama, aunque la computadora sólo marque McCain. Y me he carcajeado cantando el reggaeton de Obama: (pónganle ritmo de Daddy Yankee): «¡Cómo se dice, como se llama, Obama, Obama!»  ¿He caído bajo el influjo de una eficiente campaña de publicidad? ¿Soy una huachafa? (más…)

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Primero fueron los blogs, luego la prensa escrita, después mis amigos y… finalmente… ¡¡¡Mis queridas Morocha y Melena, que cayeron bajo el influjo de las elecciones gringas!!! Todos hablan de Obama como si supieran qué cosa hará con esta villa llamada Perú. Ok, es un señor de raza negra que ha ganado en uno de los países más racistas del mundo pero… ¡Ya basta! ¡Ya pasó una semana! Hasta el pasquín pelotero Líbero se colgó de su cara de aliancista para hacerle un photoshop y presentarlo como ejemplo (¿?) para los potrillos. No se pasen, pues. ¡Ni que fuera Sanmartincito!

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Obama me cae gordo. Listo, lo dije. Pueden proceder a criticarme pero créanme, yo estoy más preocupada que ustedes. Es por eso que inicié un sesudo análisis de las circunstancias para descubrir el motivo de mi antipatía por el que ha hecho vivir la magia del «sí se puede» a todos mis contemporáneos. No me odien aún: creo que puedo explicar porqué no he vivido la «magia» de Barack Obama.

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TREINTA

En unos días cumplo 30 años. No sé si haré una gran fiesta, si me deprimiré, si viajaré, si iré al concierto de REM. No lo sé y eso es lo de menos. Porque esto va más allá del cumpleaños: lo que realmente me friega es no saber cómo sentirme con ese puto número. No hacemos ‘click’ él y yo.

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