Confieso que he caído. En las garras metálicas del gimnasio, de la sudoración pública, de la botellita de agua y de la flojera de levantarse temprano. Sí, admito que he tratado de reducir las tallas de mi pantalón y solo he conseguido engordar mi vergüenza, esa que me dice: «¡¡¡Cada vez que te inscribes 6 meses, solo vas 3!!!». No vayas, me repito (mismo Melcochita). Pero una frase de Beto Ortiz -un periodista gordo que alguna vez se hizo la lipo- me tortura desde hace años: «Todos merecemos ser, al menos un verano, los regios de la playa». Caí redondita (como mi cintura) y me la creí. Lamento decepcionarlos, pero este 2009 tampoco saldré del mar como una visión de comercial de chela. He aquí porqué:
- Odio el concepto grupal del gimnasio. No es orgiástico el espectáculo de la transpiración masiva. Aquí las camisetas mojadas no muestran turgencias y durezas sino axilas, cuello y espaldas que quieren bajar de peso. Tampoco es sexy andar en toalla con un montón de tías que te muestran el futuro de tu cuerpo en ropa interior. Y menos divertido aún es compartir los espejos gigantes con las imágenes de otros panzones como tú.
- No entiendo porqué van los que ya son regios. Esto varía de acuerdo a la zona de Lima escogida pero… ¿Por qué las flacas y fibrosas no se van a la playa a lucirse, en vez de restregarme sus medidas en la cara? ¿Es que acaso los mastodontes sin cuello requieren más músculos en sus cuerpos deformes? ¿No tienen hijos/novia/trabajo?
- Hay que ponerse ropa cool porque no estás en un gimnasio de barrio. Atrás quedaron las épocas en que salías a correr con tu polo de Ña Pancha y sudabas potente cariño. Como si tu humedad privada fuera clasista, hoy los mejores buzos son los que tela más rara usan (y más soles cuestan, claro).
- Se arman fiestas de confraternidad. «Hola, tú eres la que acapara la faja corredora los miércoles a las 8 a.m. ¿no?». «Me han dicho que comer caiguas hace bajar de peso al toque». «Dime, tu amiga la del tatuaje al final de la espalda ¿tiene enamorado?». Jamás he asistido a una de esas fiestas pero si las conversas son como las de los baños y las cafeterías, el parecido con la realidad no es pura coincidencia.
- A veces te encuentras con gente que conoces en el mundo real (sí, hacer ejercicios a voluntad no siempre es natural). ¿En dicha situación, al amigo le das la mano, un besito o te acercas levantando el brazo? Piénsalo bien: esa persona puede tener la mano sudada, el cachete hirviendo o una axila matadora. Cualquiera de las tres opciones me sabe a abdominal.
- Nuevas palabras para viejos lugares comunes. Yo ejercito mis deltoides (no mis hombros), tonifico mis biceps (no mis brazos) y, de pasadita, fortalezco mis erectores espinales (no esa curva en la espalda baja). Si logras descifrar rápido estas nuevas claves, cada vez perderás menos tiempo buscando las máquinas que más te convienen.
- Los instructores son, en su mayoría, subnormales. Sonríen al pedirte que alternes tu máquina cardiovascular con una extraña; quieren que sientas placer al cargar una pesa de 50 kilos y hasta te hacen bromitas si pierdes el paso en la clase de step. No sean pendejos, que yo no pago para que me vacilen (suficiente con mi imagen en el espejo).
- Aquí también hay horas punta. Una a las 6 a.m. y la otra a las 8 p.m. Y los protagonistas son los mismos de siempre: yuppies enternados con maletines gigantes y chicas pericas que llevan secadores de pelo en la mochila. ¿Quién dijo que por ser como son, estos seres harían del gimnasio un lugar exclusivo? MENTIRA. Igual tienen que hacer cola para subirse a la bicicleta estacionaria o entrar a la relajante clase de pilates…
Mi relación amor-odio con mi cuerpo siempre se ha trasladado al gimnasio. No me extraña que no haya hecho amigos jamás en el templo del sudor (ni siquiera con la chica que cuida los lockers). Para eso, tendría que admitir para qué fui hasta allá, mencionando un rollo prominente o de la flacidez de mis brazos. Hablarlo me convertiría, automáticamente, en una estúpida (lo siento fans de los gyms). Sé que tengo 50 mil cosas mejores en el 1.65 m de humanidad, así que he optado por la evasión enchufándome un MP3 en las orejas. Ya llegará el día en que acepte que, en el fondo, soy igual que el resto.
jajajaja. Igual me pasaba a mí. Odio el gimnasio y sus estúpidos profesores y no me siento cómoda con sus mujeres desinhibidas que se pasean o se miran al espejo sacándose las cejas calatas¡¡. Ni que decir de las conversaciones taradas.
Al respecto : han visto la película Quémese despues de leerse?? Brat Pitt hace de instructor de gym recontra bien. Es un tarado perfecto¡¡
Lo más curioso es que luego de un mes de sacrificio histérico y puntual, te das cuenta que te estás hinchando, que te duele todo y que estás sacando las cuentas para una lipo…
¡Valor! a todas las que se han levantado de madrugada (con cielo encapotado y luces prendidas), o los domingos a las 9 am, en pos de cuerpo ideal. Incluyo a mi hermana, que al final de un año, sacó sus cuentas y se operó: nada como mutilaciones rituales para un apareamiento efectivo (y eso lo acredita su marido). Bendita lipoescultura…
Eso sí, no me van a negar que una se relaja y anda de mejor humor. Lo dijo una chica Cosmo «la gente que hace ejercio, genera endorfinas… la gente feliz no mata a otra gente». Bendita sabiduría. ¡De cuántos asesinos nos estaremos librando!, jajajajajaja
Salud!
Elvirilla, una mjuer calata sacándose las cejas frente al espejo del gym??
Socorro.
Los dos post me han hecho reir, me siento identificada, porque yo también siempre lucho con tratar de sentirme bien y encontrar una fórmula para eso…
Llego a la conclusión de que nunca es fácil y es harta chamba, las regias siguen siendo regias porque se sacan la mugre y yo tendria que dejar de trabajar y solo dedicarme a mi cuerpo para que me ligue…¡Éxitos con el blog!
JAJAJAJAJAJA, los comentarios alimentan mis maldades. Pero vayamos por partes, como dijo Jack (el destripador…yeah!)
Elvirilla y Melena: Pensemos porqué una tía querría quedarse calata para, posteriormente, extraer de raíz aquellos cañones que le estorban. ¿Será que necesita la imagen completa de su cuerpo desnudo para no sacarse más pelos de la derecha que de la izquierda? ¿Será que después de ejercitarse, sus poros están listos para ser jalados con pinza? ¿Será que no tiene espejo en su casa? Les juro que quiero encontrar una razón… Porque sino, no vuelvo al gym ni por Beto ni ningún otro gay que escriba bien… :s
Dreamy: Alucina que la lipo la encuentro bien de tía (sin ofender a tu querida hermana… saludos!!! :)) Si tengo que gastar un mes de mis vacaciones en recuperarme de la sacada de grasa, me muero. Simplemente no. Mejor busco a alguien a quien le guste la carnecita (como Botticeli)…
Mati: efectivamente, ser regia requiere tiempo y dedicación, cualidades que yo destino para trabajar. Si mi cuerpo fuera mi herramienta de supervivencia (sí, sean malpensadas que hasta de eso hablo) tal vez tendría motivos para sacarme el ancho. Mientras tanto, mi cerebrito hace aeróbicos 🙂